Hay una lluvia que moja y otra que recompone por dentro. Me encanta la naturaleza y salir al campo tras la lluvia del día anterior. Te refresca, te trae aromas guardados dentro de cada rama verde, de cada pétalo de flor. Es una experiencia que nunca deja de sorprenderme.
Y en alguno de esos días, suelo caminar hasta un lugar en el que acostumbro a detenerme y contemplar la vista que se me ofrece desde allí. Con esto se completa una jornada que cada vez es única y siempre agradable.
Pero además, también en ese lugar, practico la meditación. Y últimamente, ahora que no llueve hace mucho tiempo, practico la meditación RAIN.
R: Reconocer lo que está pasando
A: Aceptar que los sucesos se muestren tal como son
I: Investigar con interés, cuidado y respeto.
N: Nutrirse de autocompasión
Puedo asegurar que no hay una lluvia más agradable y liberadora.
Tal y como aprendemos a ser justos con los demás y a moderar la crítica que surge espontánea, somos también capaces de juzgarnos a nosotros mismos con severidad. Quizás por aquello de que con uno mismo tenemos más confianza y podemos tratarnos como queramos.
Pero, la realidad es que necesitamos ante todo, ser no solo justos sino autcompasivos con nosotros mismos y saber que esa autocompasión es la lluvia que suavemente vivifica nuestro ser, nos hace encontrar una sencilla alegría y nos hace ser agradecidos.
Hay muchas orientaciones para una meditación, pero sólo hay una lluvia a la que no podemos resistirnos, que tenemos que dejar que nos empape plenamente.
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